Abandonado, arruinado, sin el inglés, Rafael Guastavino desembarcó en Nueva York en 1881. Lo animaba el éxito que había conocido en Barcelona y una fe en su visión de la arquitectura y de la construcción. Padre e hijo, diseñaron y levantaron algunos de los monumentos más bellos de Norteamérica. Javier Moro reconstruye la aventura de los Guastavino.